
La magia del Puerto.
Tempranito, donde el aire puro del mar se mezcla con los primeros rayos de sol, los madrugadores pasan trotando post café al son de su música preferida, con saludos distantes pero siempre amistosos con caminantes y ciclistas que comparten, cada uno a su ritmo, el trayecto sobre las pasarelas de madera. Desde la simple caminata hasta hacer la fila y llevar ese fresco manjar que el pescador entrega limpio y fileteado a la vista, entre piruetas ruidosas y quebradas de gaviotas disputando un trocito robado de la mesa de trabajo, siempre por encima de los ágiles lobos marinos resoplando detrás de algún espinazo de pez que cae al agua, o disfrutando la puesta del sol detrás de Gorriti o en pareja caminando de la mano y charlando sobre los bellos y elegantes yates que descansan amarrados al muelle, cada momento ocupa su lugar. Mientras se teje la noche, esperando turno para disfrutar de los sabores clásicos en la zona portuaria, todo vale para llenarse de mar. A la hora que sea, con copa de vino, helado o una simple conversación, todo es magia en un puerto, y más en Punta del Este.